lunes, 16 de mayo de 2011

Cine Negro, parafilias y policías, las claves de Rocío García.


De la serie Latigo, mucho latigo.

Tomado de www.theharte.com  

En todo artista hay una gota de perversión. Es el desenfreno que nace de la individualidad desatada. Rocío García es una artista perversa que convoca pasiones, vicios ocultos. Ella estudió en la Academia de Arte Repin, Rusia (1977-1983); de ahí que transite con soltura por la pintura. En su obra, Oriente y Occidente son convocados a través de escenas detenidas en el tiempo, especie de ukiyo-e o estampas del mundo flotante. Este género tradicional japonés del grabado en madera es asumido con composiciones de colores primarios y complementarios, propias de la práctica impresionista y fauvista del arte, sin olvidar cierta estructura de la figura y el cuadro que retoma clásicos de Picasso y Henry Matisse. La mezcla de cánones produce un arte ácido, chispeante y agresivo; un coctel molotov.
Rocío escandaliza por la subversión de los roles de género. Su serie, Geishas, toma la androginia como punta de lanza para atacar los dogmas sociales que la tradición impuso a cada género. Estos seres de cuerpos musculosos, con todos los atributos de la sexualidad femenina, tienen el mismo rostro, sin cabellos, de algunas figuras masculinas de su serie, Hombres, machos, marineros. Ambas series postulan situaciones cotidianas entre sujetos de un mismo sexo, las relaciones de poder que se establecen, y los posibles roces homosexuales que de ellas se desprenden. Posible en la medida que recrea situaciones por acontecer o ya acontecidas, evidentes por la sensualidad latente, contenida, de un gesto o un acto. Los estereotipos de sujeto dominante y sujeto dominado son fustigados desde la ambigüedad del propio individuo, activo o pasivo según las circunstancias.


De una exposicion  de Ricio Garcia en Madrid nos queda este reportaje:


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